Un Giro Inesperado

Un Giro Inesperado

Hace ya unos cuatro años, durante una comida, fondeados en alguna cala de las Baleares, hice saber a la familia del armador –Herr Schiffseigner– para quién trabajo, que tenía la intención de jubilarme tan pronto me llegara la hora legal de hacerlo, en unos cuatro años, y que mi proyecto era dar la vuelta al mundo a vela en solitario. No recuerdo si en algún momento se lo comenté directamente al armador, creo que no, ni si evoqué el tema con su hijo mayor, que es quién administra la Empresa del yate. Pero de lo que estoy seguro es de haber tenido una larga conversación sobre este tema con su hermana. ¿Transmitió ella la información al resto de la familia? No lo sé, nunca me llegó ningún eco de ello. ¿Se olvidó del tema? Es lo más probable. El caso es que el pasado sábado 15 de octubre de 2022, invitado a una cena en casa del armador, le comuniqué a este la fecha de mi jubilación, el 28 de julio de 2023, es decir, dentro de nueve meses y dos semanas a partir de aquel preciso momento. Fair play.

Foto tomada en el entorno laboral y cedida a Tad por su autor.
Foto de dos de los nietos de Herr Schiffseigner divirtiéndose a bordo. Foto cedida a Tad por su autor.

“¿Como? ¿Te vas a jubilar? ¿Y qué piensas hacer, quedarte tirado en el sofá de tu casa a mirar la tele?” Su primera reacción fue bastante violenta. “No Señor”, le contesté tranquilo. “Mi intención, tan pronto me jubile, es zarpar en mi velero para dar la vuelta al mundo en solitario”. A partir de ese momento cambió por completo su actitud y aceptó lo inevitable. Bueno, lo aceptó a medias. Herr Schiffseigner no acepta un no como respuesta, no fácilmente. A continuación vivimos momentos de alta carga emocional. Alguna lágrima fue testigo de ello.

La verdad es que llevamos tiempo trabajando para Herr Schiffseigner y su familia, unos diez años más o menos, y el cariño es mutuo. Muriel, que es bilingüe alemán, habla con ellos en su idioma. Yo solo puedo hacerlo en inglés. Y es en la lengua de Shakespeare que comunicamos Herr Schiffseigner y yo. Un día me dijo “You belong to the family”. Nunca supe realmente si manifestaba un sentimiento de pertenencia o de posesión, pero el cariño y el respeto mutuos son evidentes. Somos enemigos de clase, de eso no hay duda, pero eso no quita que también ambos somos seres humanos, ambos con nobles sentimientos. Estos dos últimos meses, cada vez que nos veíamos, Herr Schiffseigner insistía en que nos quedáramos unos años más a su servicio, dos o tres, a lo que yo le contestaba que no, que dentro de unos años yo ya no tendría la capacidad física de llevar a cabo mi proyecto, que para mí era ahora o nunca…, y que nunca, como ya lo he subrayado en otra ocasión, sería demasiado tarde.

Foto tomada por el autor del blog en su entorno laboral.

Sin embargo, cada vez que nos veíamos, Herr Schiffseigner insistía en que nos quedáramos unos años más, dos o tres, a lo sumo, a lo que invariablemente yo le contestaba que no. El caso es que el pasado sábado 17 de diciembre nos volvió a invitar a cenar a su casa de Palma y, como no podía ser de otra manera, volvió a insistir en que nos quedáramos. Argumentó que a su edad ya no quiere tener que buscar una nueva tripulación para su barco, que lo venderá y que sus nietos se quedarán sin yate, todo ello con gran emotividad, los ojos húmedos, “aunque solo sean dos o tres años más” insistía. Y una vez más, con el apoyo de Muriel, volví a negarme, rotundamente. Esa noche, ni Muriel ni yo fuimos capaces de dormir. Sin decirnos una palabra, el domingo por la mañana, al mirarnos mientras desayunábamos, ya sabíamos que hablaríamos del tema, que reconsideraríamos nuestra postura, que estábamos dispuestos a sacrificar parcialmente nuestra libertad. Pero no a cualquier precio. Entre ambos evaluamos los pros y los contras de una solución fantasiosa que se me había ocurrido durante la noche y le mandé un WhatsApp al armador: “¿Podríamos vernos mañana?” Me contestó sin tardar, con un lacónico: “Mañana. A las seis P.M.” A las seis en punto de la tarde del lunes 19 de diciembre estábamos Muriel y yo sentados en el salón de la mansión de Herr Schiffseigner en Palma, junto a la chimenea, y le expuse mi idea. Al principio no pareció entenderla muy bien, enarcó las cejas y aguzó el oído. “What?”.

“Herr Schiffseigner, aceptamos seguir a su servicio a bordo del yate, pero con algunos cambios. Yo permaneceré al mando del barco, pero en temporada baja, esto es desde octubre hasta abril, haré tele trabajo mientras navego a bordo de mi velero. En temporada alta volveré a bordo del yate, como hasta ahora. Durante la temporada baja, Muriel será mis ojos y mis oídos a bordo. Será ella quién supervisará los trabajos de mantenimiento del barco, en contacto permanente conmigo, y verá aumentado su salario proporcionalmente a las nuevas responsabilidades que asume. Así, Usted sigue teniéndonos a su servicio y yo doy mi vuelta al mundo, aunque sea por etapas. En lugar de los tres o cuatro años que tenía previsto para circumnavegar el planeta, necesitaré cinco o seis.” El armador levantó bruscamente sus teutónicos noventa kilos de peso y 84 años de edad del sofá y nos abrazó, a Muriel y a mí, à tour de rôle, con lágrimas en los ojos, y acto seguido fue a buscar una botella de vino a la cocina que trajo con tres copas. Muriel intentó retenerlo, para ir ella a buscar el vino y las copas, pero él la mandó sentarse: “Hoy soy yo quien sirve”, dijo. Así están las cosas hoy: por el momento no me jubilo. Llevaré a cabo mi proyecto, aunque sea por etapas, tele trabajando, como en pandemia, mientras sigo cotizando a la seguridad social y cobrando mi sueldo íntegro. Muriel, más joven que yo, todavía tiene que trabajar siete años más antes de pensar en jubilarse, y tendrá que aplazar sine die su proyecto de acercarse a sus hijos en Luxemburgo y hacer un trabajo más tranquilo… Sin embargo, ambos creemos que todos salimos ganando con este compromiso sindical. Fair play. Al día siguiente, martes, volamos a Barcelona y el miércoles me sometí con éxito a una braquiterapia de próstata. El jueves estábamos de regreso en Palma, finalmente satisfechos decomo se iba cerrando el año.

Mientras tanto, mi compromiso con todas y todos vosotras y vosotros sigue vigente, intacto.
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