Diseñando el proyecto…
Diseñando el proyecto…
Desde el principio tuve claro el despropósito que significa, a bordo de un velero de apenas diez metros de eslora, embarcar la enorme lista de elementos de los que quiero disponer a bordo durante mi periplo alrededor del mundo, así como la profunda contradicción que eso implica en términos de austeridad y de eco-responsabilidad (mi huella de carbono estará en los alrededores de 7.920 gramos de CO2 por día, cálculo realizado navegando a vela, con todos los consumos eléctricos a bordo usándose).
No perdamos de vista, sin embargo, que mi jubilación será escasa, y que tendré que ofrecer, durante mis escalas, mis servicios a quien los necesite, para poder mejorar en algo mi cotidiano. Por esa razón embarco mis herramientas, tanto las manuales como las eléctricas, aunque de esos cerca de 8 kilos de CO2 que iré dejando de huella en la atmósfera a diario, esas herramientas representarán un ínfimo porcentaje. Lo más grueso de esa huella de carbono, tal vez un treinta por ciento, lo producirá el aspecto comunicacional del proyecto, concretamente esta página Web.
Por lo demás, calculo en un cuarenta y cinco por ciento del total de mis emisiones lo relativo al funcionamiento del barco, en lo que incluyo todo lo que tiene que ver con mi confort personal (las luces interiores, el consumo de la nevera, el piloto automático, la bomba de agua dulce, la música), así como el consumo de los distintos aparatos electrónicos de ayuda a la navegación, que también son golosos consumidores de energía (VHF, BLU, AIS, GPS, RADAR, Plotter, etc.), algunos de los cuales podría haber puesto en la lista relacionada con mi comodidad (el Plotter y el GPS, por ejemplo, fácilmente sustituibles por cartografía clásica en papel, un reloj, un compás de punta seca, un buen sextante y los correspondientes volúmenes de efemérides astronómicas para realizar los cálculos de posición en alta mar.)
Pero, ¿que porqué relaciono los consumos eléctricos que tendré a bordo de mi barco con la emisión de CO2?
Pues por una razón muy sencilla: de diseño clásico, con diez metros de eslora por dos metros y ochenta y nueve centímetros de manga máxima, Kif Kif no tiene suficiente superficie para instalar paneles solares capaces de alimentar eficazmente los golosos consumos que le tengo previstos. También consideré la posibilidad de instalar un par de generadores eólicos en la popa del barco, pero su eficacia tampoco está, hoy por hoy, a la altura de mis necesidades. Por todas esas razones acabé optando por un pequeño generador Diesel de 3,5 Kw, que tiene un consumo inferior a un litro de combustible por hora de funcionamiento, es decir que deja una huella de 2.640 gramos de CO2/hora. Asumiré esa contradicción, de la misma manera que asumo sus 58 kilogramos de peso muerto embarcado. Y por ende, aunque no me haga ninguna gracia, asumiré también la presencia de seis u ocho bidones de veinte litros de gasóleo estibados en cubierta.

También desde el principio tuve claro que quería disponer de un circuito de 240 V para poder trabajar con autonomía con algunas de mis herramientas eléctricas, además de un circuito de 24 V para la servidumbre abordo (luces led, bombas de agua y achique, nevera, desaladora) y los imprescindibles circuitos de 12 V que exige la electrónica. ¡Pero me estoy adelantando a los acontecimientos! Para que todo eso llegara, habría de contar con los amigos, el apoyo mutuo, habría de seguir trabajando, ahorrando, pidiendo créditos, reembolsándolos, pagando a plazos…, ¡qué sé yo! Además del apoyo incondicional de mi compañera, que muy a su pesar, siempre me brindó su mano.


Dicho esto, nada de lo anterior es imprescindible para zarpar abordo de una cáscara de nuez de coste cero y dar la vuelta al mundo una, dos, tres veces si preciso. Basta echarle una mirada al bretón Yann Quenet y a su barquito Baluchon con el que acaba de terminar su primera vuelta al mundo. Se lo construyó él mismo en el garage de su casa y le costó, en total, unos cuatro mil euros. Es mi héroe. Salut Yann !

