Cronologia
Lunes 4 de diciembre de 2023.
Domingo 3 de diciembre de 2023, Atlántico Norte, navegando a vela frente a las costas del Reino de Marruecos.
Esta mañana el amanecer, ahora el atardecer, haciendo rumbo oeste para alejarme de las costas marroquíes.
Sábado 2 de diciembre de 2023, navegando el Atlántico norte rumbo a Canarias (en posición 34º 33’ norte y 7º 31’ oeste en el momento de escribir estas líneas, 18:49 horas, Tiempo Universal Coordinado).
Ayer, viernes, amaneció lloviendo en Barbate, y siguió lloviendo durante toda la mañana mientras el viento de suroeste arreciaba en sus últimos estertores. Sin prácticamente transición, cerca del mediodía, el viento roló de suroeste a noroeste y poco a poco se fue muriendo. Las nubes empezaron a desaparecer y surgieron retazos de cielo azul. Las previsiones eran correctas.
Mientras ocurría todo eso yo preparaba Kif Kif para el zarpe. Luego, después de una buena ducha, fui a capitanía para pagar el puerto, al supermercado para algunos víveres frescos, me comí algo por el camino y a las 14:35 UTC largué amarras y me acerqué a la gasolinera, que acababa de abrir. No tardé en cargar los 108 litros de gasóleo que había calculado necesitar para hacer frente a los largos periodos de calma que anunciaban las previsiones meteorológicas y a las 15:18 UTC largué definitivamente las amarras y dejé el puerto de Barbate en mi estela.
La fuerte marejada del temporal de suroeste persistía, pero la brisa de noroeste conseguía propulsarnos a más de seis nudos en dirección sur-suroeste.
Mi primer susto lo tuve a las 19:00 horas UTC. Hacía apenas una hora que había encendido el generador (y la potabilizadora), y el generador de repente se apaga. Solo. Me deja un mensaje de alarma temperatura de aceite. Compruebo el nivel de aceite (cuyo cambio hice minutos antes de zarpar de Palma, hace poco más de tres semanas) mientras espero que el generador se enfríe un poco, luego procedo a arrancarlo de nuevo y observo que el agua de mar del circuito de enfriamiento no circula bien. Apago el generador, achacándole el problema a la escora del barco que debe de impedir la correcta circulación del agua, y me despreocupo del asunto hasta que las condiciones de navegación cambien y la escora deje de ser un problema.
Esta mañana el viento murió poco antes de las siete (UTC). La fuerte marejada se calmó a marejada y el amanecer fue espectacular, aunque un poco sombrío por las tétricas nubes en el horizonte. Rápidamente puse el motor en marcha y revisé el circuito de agua de mar del generador, descubriendo en la chupona un plástico que la obstruía. Conseguí retirar el plástico y arranque el generador. El agua fluyó abundante por el circuito.
El resto del día lo llevo navegando a motor, con la mayor rizada arriba, gestionando el combustible, la carga de las baterías, el agua dulce, mis comidas, los descansos, todo, acompañado por el runrún incansable del motor en un mar cada vez más tranquilo. Y así seguiremos probablemente hasta mañana a las cuatro de la madrugada, momento en que las previsiones dan un poco de viento portante. ¡Mantengo los dedos cruzados!
Barbate, jueves 30 de noviembre de 2023.
Son días grises. Anoche incluso llovió.
El tiempo es desapacible, aunque por momentos el suroeste parece ir bajando en intensidad, pero el cielo se mantiene gris y el ánimo se contrae. Aprovecho para caminar y para descansar. Duermo mucho. Y también pienso mucho. Estos días así dan para eso, aunque ya es bastante.
Probablemente zarparé mañana por la tarde, después de haber cargado combustible. No son las mejores previsiones, muchas calmas en perspectiva, y hasta vientos contrarios, pero no puedo seguir esperando aquí condiciones que tardarán en llegar.
Veremos por el camino cómo se configuran las cosas, pero por el momento considero seriamente hacer ruta directa a Canarias, al puerto de La Restinga, en la isla de Hierro. Siento sinceramente perderme la visita de Madeira, que me reservo para mi regreso, y desde aquí le mando un fuerte abrazo a Joâo Vieira, pero los vientos y los tiempos me aconsejan seguir ganando sur. No va a ser tarea fácil.
Martes 28 de noviembre de 2023, Barbate, provincia de Cádiz, Comunidad Autónoma de Andalucía.
Atrás quedó el estrecho de Gibraltar, atrás quedó el mar Mediterráneo. Kif Kif flota desde el pasado domingo sobre aguas del océano Atlántico, del Atlántico norte. Es el comienzo real de esta aventura. Lo anterior podemos considerarlo como una prueba de mar, la prueba de mar que no tuve tiempo de hacer antes de partir.

Durante esta primera prueba de mar aparecieron varias cosillas, algunas de mayor importancia que otras, de las más graves ya hemos mencionado algunas. Nos quedan más pruebas de mar por delante, más averías que resolver, y probablemente también alguna de difícil o imposible solución. Forma parte de la navegación, parte de la vida misma.
Esta mañana, lo primero que hice fue limpiar la sentina del motor del aceite usado que se me esparció ayer. Había puesto suficiente papel bajo el filtro para evitarlo, pero al desatornillarlo, el peso del aceite quemado que caía desestabilizó el papel, que se transformó en un canal, dirigiendo el flujo de aceite directamente a la sentina. La próxima vez que le haga un cambio de aceite y de filtro al motor, colocaré a la vertical del filtro una bandeja de plástico que recoja el aceite usado. Pero ya está, el motor servido y la sentina limpia.

28 de noviembre de 2023. Continuación.
Puerto deportivo de Barbate, Provincia de Cádiz.
¿Qué más puedo decir que no se haya dicho ya a propósito del puerto de Barbate fuera de temporada? En plena temporada de verano, seguramente es otra cosa, pero desde que yo llegué a este puerto hace tan solo dos días, parece muerto. A parte del hecho de estar totalmente alejado del pueblo de Barbate, a más de dos kilómetros andando, media hora a buen ritmo, es que incluso en el pueblo todos los negocios, bares y restaurantes incluidos, están cerrados. Y en el puerto, ¡no digamos! A parte del restaurant “El Capitán”, cerrado también, excepto fines de semana, no hay nada. Es muy sencillo: en el puerto no hay nada, nada de nada. Nada.
Supongo que me viene bien para que me vaya haciendo a la idea: estoy en el Atlántico, he dejado el Mediterráneo atrás. Cambio de paradigma.
Las playas de Barbate en el otoño de 2023
Hace cuatro días que dejaron de sonar sobre la población civil de Gaza las criminales explosiones de las bombas genocidas israelíes. El alto el fuego se prolonga hoy por cuarenta y ocho horas más, pero creo que tengo que alejarme aún más de la Europa mediterránea para que ese cambio de paradigma sea efectivo y tenga una consecuencia relajante en mi mente. Mientras, lo de Ucrania sigue… Y lo de Gaza.
Sin embargo, hasta el viernes no puedo moverme. Las condiciones meteorológicas me lo desaconsejan. Toca esperar. En océano abierto descarto usar el motor, no me llevaría a ninguna parte y me privaría de horas de generador. Por eso ahora espero en puerto algunos días. En alta mar, cinco días de espera, en calmas chichas, pueden suponer una seria amenaza para la cordura. Espero evitarlo. Me juego mi salud mental.

No, no puedo terminar así con Barbate, con la extraordinaria amabilidad de sus habitantes, con la magnificencia de sus extensas playas blancas, con su particular visión del continente africano… África, justo allí, en frente. Del otro lado de esa estrecha, pero mortífera, lengua de mar. Y el océano Atlantico llamando a sus puertas, a sus casas pintadas de cal blanca, a sus legendarias industrias del atún.
La marina del puerto deportivo de Barbate, además de aislada, por lo alejada del pueblo, está algo viejuna, cierto, pero en su conjunto es un lugar limpio y seguro, como lo son sus aseos y duchas. Me alegro de estar aquí en este momento, y lo disfruto, mientras espero el role de los vientos y le doy algún que otro retoque al barco. (Nota: Lo del tercer rizo en la mayor, resuelto.)

Domingo 26 de noviembre, cruzando el estrecho de Gibraltar
Jueves 23 de noviembre de 2023, Fuengirola, Málaga, Comunidad Autónoma de Andalucía.
¡Vía de agua!
Zarpar de Benalmádena en aquel momento tal vez no fue la mejor decisión que tomé. Intentar forzar el paso del Estrecho en aquellas condiciones de mar y viento contrarios no era lo más adecuado. Sin embargo, largué amarras a las 08:07 horas (local), pensando que conseguiría llegar a la altura de Marbella pasado el mediodía, para entonces virar suroeste en dirección al Estrecho con vientos que deberían ser relativamente menos duros, y hasta favorables según algunas previsiones.
A las once de la mañana, después de haber navegado a motor y vela durante tres horas, a una velocidad media de poco más de tres nudos, apenas estaba a la altura de punta Calaburras, a nueve millas náuticas del puerto de Benalmádena.
Una hora más tarde ya me preguntaba si alcanzaría llegar a Marbella aquella noche, avanzando con dificultad a dos nudos contra una mar con olas cada vez más rápidas, cortas y profundas.
Kif Kif hundía su proa contra las olas y toneladas de agua corrían sobre la cubierta, barriéndola. El velero se quedaba plantado unos instantes, cabeceaba indeciso y volvía a deslizarse sobre el mar hasta que una nueva ola lo frenaba, sumergiéndolo entero. A pesar del ruido del motor, del mar y del viento, escuché el golpeteo del agua en el cofre de popa y miré por el tambucho. Unos buenos quince litros de agua de mar bailaban en el fondo del cofre. Achiqué hasta dejarlo seco. No duró mucho tiempo. Tenía una vía de agua.
Cada diez minutos tuve que achicar el cofre. Las tomas de combustible, mal pegadas sobre la cubierta, se habían despegado abriendo un hueco por el que las olas entraban alegremente cada vez que el barco sumergía su proa en una de ellas.
A las 14:29 horas de ese fatídico martes (nota: martes) tomé una decisión mucho mas acertada, adecuada a la situación, y viré en redondo hacia el puerto más cercano, Fuengirola. Menos de dos horas después estaba amarrado al muelle.
Ayer me pasé el día estudiando la mejor forma de llevar a cabo una reparación definitiva, estratificando las tomas de entrada de combustible, sellándolas herméticamente a la cubierta, y buscando los materiales necesarios para estratificar: masilla, resina, fibra de vidrio… Y desmonté las tomas, limpié la zona, lijé, y lo dejé todo preparado para seguir trabajando en ello hoy. Va a llevar su tiempo.
Jueves 23 de noviembre de 2023, continuación.


La masilla que encontré en la ferretería naval del puerto es una resina poliéster, y yo hubiera preferido utilizar una resina epoxy, así que me acerqué al varadero del puerto y allí conocí a Alberto, que me presentó a su hermano José, de Yachting Pro. Le expliqué mi avería y le pregunté si tenía resina epoxy, a lo que me respondió positivamente.
A las dos de la tarde apenas pasadas, José llegó con las dos bases de las tomas de gasóleo ya preparadas y abundantemente untadas de resina epoxy. Tardó cinco minutos en posicionarse, mientras yo volvía a limpiar de polvo y desengrasar con acetona la zona de trabajo. Colocó las piezas en su sitio y presionó sin exagerar un par de minutos sobre cada una de ellas. Se incorporó y me miró: “La resina cura en siete días, pero se puede empezar a trabajar a las 48 horas. Esas piezas no las toques hasta pasado mañana”.
Me volví a encontrar con él, totalmente por casualidad, en El Rinconcito Andaluz”. Estaba terminando de comer. “Se come muy bien aquí”, dijo. (Lo cual es cierto, según comprobé sin tardar). Y me explicó que no era necesario enfibrar, que bastaba con sustituir los tornillos “roscachapa” por tuercas métricas con sus correspondientes arandelas y listo. Espero que funcione, porque es justamente lo que pienso hacer.



Más tarde, volviendo a bordo, veo un velero de casco azul celeste atracando al muelle. Pabellón español. Orenol. Minutos después, una de las tripulantes del Orenol se me acerca en el muelle y, señalando el pabellón de la Cofradía de Navegantes Anarquistas que flamea bajo la cruceta de babor del Kif Kif, me pregunta: “¿Estás en Recla-Mar? Yo soy Rakel, Rakelarre. Acabo de unirme al grupo.”
Ambas, ella y su compañera Gina, se dirigen a Canarias, en donde desembarcarán para volver a la península, mientras el armador del Orenol y su tripulante recibirán un nuevo grupo de pasajeros/amigos con quienes planean cruzar el Atlántico hasta el Caribe. Tiene pinta de ser un barco rápido, el Orenol. Un Belliure, con la popa modificada recientemente. Arbola un buen mástil y debe de poder vestir mucho trapo.
Raquel y Gina se fueron a dar un paseo para sacar algunas fotos a Mijas, pero están convocadas a bordo a las diez de la noche. Piensan zarpar a las 23:00 horas, para pasar el Estrecho al amanecer. ¡Qué envidia me dan! ¡Buena proa compañeres!
A mí no me queda otra que esperar a que la resina cure antes de poder volver a montar la toma de gasóleo y conectarla al tubo que va al tanque. Probablemente el sábado por la tarde pueda tenerlo ya hecho. Mientras, a descansar. Y, sobre todo, ¡ni mirar las previsiones…!


Martes 21 de noviembre de 2023
Lunes 20 de noviembre de 2023, Benalmádena, provincia de Málaga, Comunidad Autónoma de Andalucía.
La verdad es que estaba muy preocupado a propósito de la solución que se me daría para la vela mayor, cuyo corte, desde el principio, me pareció genial, con ese alunamiento, esa redondez moderna, casi boteriana (*), de la baluma, ganándole centímetros cuadrados a la superficie vélica y por ende, dándole potencia al barco.
Marc ni se tomó la molestia de contestar a mis mensajes pidiéndole mayor información sobre quién vendría, ni cuando ni como, a buscar mi vela mayor, lo que en definitivas cuentas me dejaría totalmente desnudo en este puerto inhóspito, poblado de turistas guiris de cualquier procedencia.
No retranscribiré aquí los mensajes entre Marc y yo, porque tal vez no sea pertinente, pero su modo de entender la atención al cliente, al menos en mi caso, ha dejado mucho que desear. Le reconozco, sin embargo, cierta eficacia en el resultado final, aunque dudo que tenga mucho que ver con su propia dedicación, pero no lo sé, no a ciencia cierta. Es un tema que queda abierto. ¿Durante cuanto tiempo están en garantía unas velas nuevas de primera clase…?
En todo caso, esta mañana, a las 11:05 hora local, recibí una llamada de Paloma, técnico velera de la empresa Velas Petrel, de Málaga, avisándome de su llegada a bordo en 45 minutos. Y así fue, en efecto. Minutos más o menos.
A pesar de ser bajita y rechoncha, un poco más joven que yo, la vi llegar desde lejos entre la multitud de turistas que abarrotan el paseo entre las terrazas de los bares y los barcos amarrados de proa al muelle. No podía no ser ella, la carpeta en tela de vela, el andar ágil, el azul de sus vaqueros raído por el sol, la mirada técnica buscando un barco con la vela mayor desplegada. Salí a cubierta y la saludé desde lejos. En menos de una hora me ayudó a arreglar el problema de la mayor y, sin saberlo ella misma, despertó en mí reflejos olvidados por años de entorpecedora navegación a motor. Aprendí, de esta gran profesional de la vela, en menos de una hora, aprendí, o re aprendí, o empecé a recordar, o lo que sea –¿qué más da cómo se llame?–, repito, en menos de una hora, toda una sabiduría milenaria. Gran mujer Paloma.
Incluso recordamos juntos a Isidoro Arias, que zarpó, para una vuelta al mundo en solitario, más de veinte años atrás, de este mismo puerto de Benalmádena, a bordo de su velero Islero (del nombre del toro que mató a Manolete, como le gustaba decir), un espléndido Swan de 47 pies, a quién conocí en Canarias, en el momento de su despedida, organizada por Rafael del Castillo Morales, a quién yo visitaba esos días en su casa y, por ende, en su estudio de radio, presidido por una foto del sátrapa Francisco Franco Bahamondes, desde donde emitía La Rueda de los Navegantes que, todo hay que decirlo, en más de una ocasión salvó alguna vida o contribuyó a recuperar algún barco en perdición.
Al Islero lo encontró un pesquero, según reporta la prensa de aquellos años, en el golfo de Guinea, a la deriva, sin nadie a bordo. Faltaba el chinchorro, pero la balsa salvavidas estaba a bordo. Venía de Ciudad del Cabo y había pasado por Santa Helena en su regreso a casa. Poco tiempo después de su hallazgo, su hijo recuperó el barco y lo trajo de vuelta a casa. De Isidoro jamás se volvió a saber nada.
Esta noche me acercaré en silencio al muelle de la gasolinera, abarloaré Kif Kif allí y esperaré a que abran mañana por la mañana para repostar el gasóleo consumido y zarpar en dirección a Gibraltar, con la esperanza de salir al Atlántico norte de una vez.
(*) Fernando Botero, escultor figurativo colombiano.

Domingo 19 de noviembre de 2023, Benalmádena, provincia de Málaga, Comunidad Autónoma de Andalucía.
DESMENTIDO
Arribé al puerto deportivo de Benalmádena a las 02:21 horas (local) de este domingo 19 de noviembre, convencido de la coincidencia que mencioné ayer, cuando Marc Patiño, de North Sails, me indicó este puerto como la mejor alternativa para corregir el error en la baluma de mi mayor. ¿Superstición? ¿Pensamiento mágico? ¿O un simple error de la memoria, inducido por la sorprendente coincidencia vivida en Moraira y el cansancio? Yo me inclino más por esta última hipótesis, sobre todo considerando que aún no he podido completar mi ciclo de adaptación a este medio, interrumpido constantemente por averías de todo tipo…
Pero así es. No fue en Benalmádena en donde vivíamos la madre de mi hija Alba, Alba, a partir del momento de su nacimiento, y yo. No. Aquel puerto, aquel bar, aquel Bavaria, todo aquello ocurrió en Fuengirola, algo más al sur oeste de Benalmádena, pero el espejismo mental que sufrí me permitió recordar a Alba y ahora, de paso, a mi nieta Lluna, asturiana como su bisabuela paterna. ¡Cómo son las cosas! ¡En fin! Roto definitivamente el sortilegio mágico, la razón vuelve a imperar y desaparece el miedo. Queda pues desmentida aquella falsa información. Mis disculpas.
Sábado 18 de noviembre de 2023. Navegando a motor en posición 36º 34’ Norte y 003º 37’ Oeste, en el Mar de Alborán, más o menos a mitad de camino entre Motril y Almuñécar.
¿De veras podemos llamar a esto coincidencia? Anoche, tras pasar el cabo de Gata entre ventolinas y nieblas espesas, hice una rápida escala en el Club Náutico de Agua Dulce, provincia de Almería, con el fin de cargar combustible y descansar un rato.
Las previsiones meteorológicas parecían halagüeñas, prometiéndome, a partir de las seis de la mañana (hora local de hoy, sábado) vientos fuerza tres a cuatro Beaufort de levante, lo que me convenía perfectamente para alcanzar el estrecho de Gibraltar y salir por fin al océano Atlantico navegando plácidamente a vela. Así pues, tras cargar todo el gasóleo consumido por el motor desde Moraira, decidí darme una ducha en las instalaciones del Club, cenar algunas tapas típicas andaluzas y dormir un par de horas amarrado al muelle de la gasolinera. Y eso hice.
A las cuatro y cuarto de la mañana de hoy encendí el motor, largué amarras y salí a la noche estrellada sobre una mar llana como un plato. Lo primero que hice tras dejar el puerto atrás fue izar la mayor, que siempre algo ayuda. Luego me preparé tranquilamente mi desayuno, un café y algo de fruta que disfruté en cubierta mirando las estrellas. Venus brillaba ya alta en el firmamento y decidí escribirle un mensaje a Muriel, que ella leería al despertarse en casa de su mamá. Luego volví a salir a cubierta a esperar la brisa de levante prometida.
Nunca llegó esa brisa prometida. Aquí sigo, a motor, con todas las velas recogidas, incluida la mayor, tras haber constatado un error de medida en su fabricación. El primer sable, el más alto, al virar de bordo se apoya al estay de popa estribor, amenazando con romper la vela en ese punto o, como poco, precipitando su usura. No tardé en mandarle un correo al técnico que me la vendió, quién me contestó inmediatamente, proponiéndome una escala técnica en Benalmádena, a unos pocos kilómetros al suroeste de Málaga. Textualmente, cuando le propuse varias alternativas que no me obligaban a modificar mucho mi proyecto –Gibraltar, Funchal o Canarias–, me contestó: “Benalmádena es el mejor sitio! Allí te vendrán a buscar la vela el lunes.”
Hace tantos años de eso que nunca asocio Benalmádena a mi hija Alba, nacida en la maternidad de un hospital de Málaga hace más de tres décadas. Fue buscando el puerto en la carta náutica cuando me di cuenta que era allí en donde vivíamos, ya separados, su madre y yo, esperando el nacimiento de la niña. Benalmádena. Yo trabajaba allí a tiempo parcial para un asturiano, dueño de un bar de la marina, en primera línea, justo frente a los barcos. Y así, además de sacar a veces a pasear turistas durante el día en un Bavaria de doce metros, por las noches servía copas en la terraza de su bar. No recuerdo si se llamaba José, o Luis, o ambas cosas. El caso es que cuando nació Alba, que tenía que quedarse conmigo –era el trato al que habíamos llegado su madre y yo el día que me anunció su embarazo y me pidió dinero para abortar, pues no quería ser madre soltera–, su madre me dijo que si quería llevarme a la niña tenía que cargar con ella también.
Pocas semanas después de aquello lo dejé todo y me volví a Chile, con mi pasaporte de refugiado político de Naciones Unidas que me prohibía expresamente viajar allí. Pero Pinochet había perdido su referendum y el asesino ya no gobernaba el país, así que podía retornar libremente. (Lo primero que hice al llegar a Santiago fue sacar mi cédula de identidad y mi pasaporte chilenos). Primero Moraira y Tadzik. Ahora Benalmádena y Alba. ¿De veras alguien cree que esto son puras coincidencias? Tengo a Júpiter brillando por mi popa, y por babor a media altura la luna completando su primer cuarto creciente. ¿Tiene algún significado todo esto? ¿O, como dice Muriel, parezco supersticioso como un marino?

Viernes 17 de noviembre de 2023.
Navegando en la niebla.
Miércoles 15 de noviembre de 2023, Moraira, Alicante, Comunidad Valenciana.
Tras una semana esperando repuestos para arreglar el motor y el enrollador del estay de proa, finalmente hoy zarpo de Moraira, poco antes de las diez de la noche (hora local), tras una cena compartida con Patricio “Pato” Carvajal en El Refugio.

Martes 14 de noviembre de 2023. Moraira, Alicante, Comunidad Valenciana.
Tadzik se decide a visitar a su padre en Moraira. Pasan dos días juntos en un intenso reencuentro cargado de emociones.
Domingo 12 de noviembre de 2023. Moraira, Alicante, Comunidad Valenciana.
Zarpé, como ya debéis saber todas, el pasado lunes seis de noviembre, al mediodía, con tres días de retraso con respecto a mis previsiones, a causa del temporal Ciarán y un frente subsidiario que le siguió con fuertes vientos de suroeste, dejando tras de sí una desagradable marejada que hizo bastante difícil mi salida de la bahía de Palma y el cruce hasta los Freus entre Ibiza y Formentera, la mayor parte del tiempo a motor, apoyando con las velas para ganar algo de velocidad. Tal vez, esa tarde, en total, habré navegado a vela unas cuatro horas, no más.
Antes de la medianoche el motor ya se me había parado tres veces. Dos de las tres veces tuve que purgar el motor para hacerlo arrancar, y la tercera cambié, por si acaso, el filtro primario del circuito (aunque estaba limpio) antes de volver a purgar el motor y arrancarlo de nuevo.
El martes, de madrugada (más exactamente a las 03:09 horas UTC), sin viento, el motor vuelve a pararse. Mi posición en ese momento era de 38º 54’ Norte y 001º 35’ Este, a unas diez millas náuticas del Freu Grande entre Ibiza y Formentera. Vuelvo a purgar el motor y lo vuelvo a arrancar, cruzando los dedos para que no se me pare justo pasando entre el bajo de los Ahorcados y la isla de Los Cerdos. Por las dudas, preparé el ancla.
A las 06:10’ UTC crucé los Freus a motor y me encontré con una agradable brisa de noroeste de 15 nudos que me permitió apagar el motor y navegar rumbo sur suroeste en dirección al cabo de Palos a una velocidad de seis nudos. Poco después de las nueve de la mañana tomé un rizo en la mayor y en la génova y, pasado el mediodía, un buque de la Armada española me obliga a cambiar de rumbo a causa de unos ejercicios con misiles, y una hora más tarde el viento desaparece y me obliga a poner en marcha el motor, que vuelve a pararse tras poco más de dos horas funcionando. Vuelvo a purgar, con tan mala suerte que se me queda en la mano el tornillo de purga de la bomba inyectora.
No tengo modo de reparar ese desbarajuste con los medios de que dispongo a bordo, así que pongo proa a tierra, intentando avanzar a vela sin viento. A las cinco de la tarde aviso al buque de la Armada de mi problema y me prometen que monitorearán mi posición para evitarme un pepinazo. Derivo, más que avanzo, a 0,6 nudos, aunque por momentos consigo llegar a los 2,8 nudos, ebrio de optimismo, antes de volver a caer a unos deprimentes 0,7 nudos.
A las cuatro de la mañana del martes había conseguido acercarme a unas 6,4 millas náuticas del puerto de Calpe, pero la poca brisa que tenía desapareció por completo, dejándome inerte, flotando a la deriva sin rumbo alguno. Dos horas después, a las seis de la mañana, aburrido, contacté con Salvamento Marítimo y solicité remolque al puerto más próximo. A las 08:30, la Salvamar Diphda, con base en Jávea, ejecuta una maniobra impecable y me lanza sus cabos de remolque. A las 09:26 estaba amarrado al muelle de espera del puerto deportivo de Moraira, a poco más de cuatro millas náuticas del puerto de Calpe. Y en aquel momento me juré que no me movería de ahí hasta no haber resuelto definitivamente el problema de aire en el circuito de alimentación del motor. Ayer, sábado 11, tras haber tenido el motor andando, sin que diera señales de cansancio, durante mas de siete horas seguidas, di por resuelto el problema.
No lo hubiera conseguido sin el apoyo incansable de Luis, Luis Huelmo, de la empresa palmesana de mecánica naval Hermanos Huelmo S.L., probablemente los mejores mecánicos navales de todo el Mediterráneo occidental. Gracias a él dimos con el origen del problema: una burbuja de aire taponando el respiradero del tanque de gasóleo del motor. Modificando el recorrido del tubo de aireación del respiradero al tanque se solucionó el problema. Definitivamente.
La anécdota de este episodio fue cuando Luis, por teléfono, dándome instrucciones para volver a montar el tornillo de purga de la bomba inyectora, me dice: “Tienes que meterlo a mano, con mucho cuidado, hasta que ya no dé más vueltas a mano. Luego le das el último apriete con la llave. Para apretarlo lo giras hacia la derecha”. “Claro”, le contesté yo, “la derecha aprieta y la izquierda libera. Nunca se me olvidará el sentido de apriete de los tornillos, es de política elemental.” Se echó a reír. No tenemos las mismas ideas políticas, Luis y yo, pero más allá de las ideas políticas está la humanidad, la ayuda mutua, el respeto y el cariño.
Mañana lunes Patricio, el Pato Carvajal, un compañero navegante ecuatoriano, me traerá de Calpe unas piezas que necesito para terminar de montar el circuito del retorno del motor, modificado. Y por la tarde, con suerte, iré a buscar a Tadzik a Alicante. Tadzik es mi hijo mayor. Su familia materna tiene casa aquí, en Moraira, aunque él viva en Madrid. Un apartamento con vistas al peñón de Ifach del que disfrutamos su madre y yo mucho antes de que él naciera, y que ahora disfruta él cuando le apetece pasar unos días tranquilo junto al mar. Curioso, ¿verdad?, esta… ¿coincidencia?
¿Cómo entenderlo? La avería del motor, la mar que no me quiere dejar pasar, la Salvamar Diphda, que sin que yo se lo pida me deja aquí, justo aquí, en este preciso puerto… No creo en las coincidencias, nunca creí en ellas. ¿Entonces? ¿Cómo entender todo esto? ¿Alguien por ahí tiene alguna idea?
Lunes 6 de noviembre de 2023, Palma de Mallorca
El zarpe de Palma el lunes 6 de noviembre de 2023 al mediodía.
Enero de 2017
Fue brutal. De repente, algo en lo que nunca pensaba, me saltó a los ojos. ¿De nuevo un concurso de circunstancias? La tensión alta, la próstata que crece, un mal funcionamiento cardiovascular, tres hernias discales, una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, pocos dientes para sostener la prótesis, una ciática haciéndome renquear de vez en cuando, los sesenta cumplidos en aquel momento –de los cuales, en ese entonces, apenas diez de ellos cotizados a la Seguridad Social–, ni casa propia, ni perro que me ladre, ni nada ahorrado…
No, las cuentas no me salían aquel enero de 2017. El trabajo del que me jubilaré dentro de pocos meses, hasta no hace mucho tiempo carecía de regulación, no tenía existencia oficial. El título de Patrón Profesional de Embarcaciones de Recreo no existía antes de 2009. Antaño, el capitán de yate –mi titulación original– podía gobernar barcos de cualquier tamaño sin ninguna limitación geográfica, ya fueran a vela o a motor, sin ni siquiera estar limitado por la potencia propulsora, todo ello, sola y exclusivamente, mientras fueran barcos de recreo. Pero no podía estar declarado a la Seguridad Social. No podía legalmente cobrar por mi trabajo; tenía que hacerlo en negro, necesariamente. Creo que no hubiera podido cotizar ni como autónomo, aunque lo hubiese querido. Porque, ¿dónde hubiera cotizado? ¿En Chipre en el año 1972? ¿En Panamá? ¿En Colombia? ¿En Turquía menos de un mes? ¿En Grecia? ¿En Italia?… Tan solo en las islas francesas del Caribe coticé a la Seguridad Social algunos días de los muchos meses trabajados allí, alternando año tras año las temporadas caribeñas con las del Mediterráneo. ¿En Chile…? Sí, en Chile pensé haber cotizado los años que le trabajé a una Empresa de venta de barcos de recreo, ocupándome de su servicio técnico post venta, pero cuando hace poco fui a mirar, del total de los años trabajados solo habían cotizado algunos meses…; y lo poco que trabajé allá en la pesca artesanal de altura tampoco cotizaba… ¿En España?
Año tras año, trabajando, cada temporada, durante muchos años, sin declarar, tal y como aún todavía hoy lo hacen muchas y muchos como yo, ya sea en Baleares, en la península, en Canarias, da igual, sin declarar, al negro… porque por doquier el Estado mira para otro lado, las Empresas se desentienden del problema, los sindicatos ningunean a los asalariados de la náutica de recreo y a los clientes les sigue saliendo a cuenta pagar a sus trabajadores en dinero negro. Mientras tanto, año tras año, en la Europa del siglo XXI, decenas, tal vez cientos de mujeres y de hombres siguen saliendo a trabajar a la mar sin la menor cobertura social…
Pero, volvamos a lo nuestro… Tras aquel dramático despertar y pasados algunos meses rumiando la idea, conversándola a diario con Muriel, acabé poniéndome en contacto con el anunciante del Seacracker 33 que vi a la venta por Internet a un precio interesante: la adquisición de ese barco por poco dinero podría evitar que algún día me viera en la condición de sin techo… ni perro que me ladre. Bueno, exagero, está mi abnegada compañera, pero Muriel no quiere ni oír hablar más de barcos. Ya ha tenido bastante, dice. Y como todavía le quedan algunos años de trabajo por delante antes de poder jubilarse, prefiere proyectarse en una vida cerca de sus hijos, en tierra firme, en algún trabajo aburrido, pero con horarios decentes y un suelo que no se le mueva constantemente bajo los pies mientras sueña con una casita propia en la campiña de la Bretaña francesa… Lo achaca a la edad, pero yo sé que no es eso. Sin embargo, la entiendo perfectamente y si puedo la ayudaré a conseguir su sueño. ¡Faltaría más…!