La puesta a son de mar: intervenciones técnicas a bordo de “Kif Kif”.

Tras la adquisición de Kif Kif, estos cinco últimos años han sido un constante tomar decisiones de cómo enfocar la restauración del velero en función del proyecto inicial de circunnavegación y de su posterior desempeño previsto como vivienda flotante.

No es fácil conciliar ambos objetivos. Aunque la seguridad, tanto la del barco como la de la tripulación, la mía propia, constituye el denominador común que a menudo me sirvió para ponderar alternativas, con frecuencia prevaleció en mis decisiones la comodidad por sobre el rendimiento, dominando así el aspecto residencial de mi proyecto, el relativo bienestar que deseo para mi jubilación. La circunnavegación –pensé en su momento– solo puede beneficiarse de este enfoque. Dudé mucho durante todo el proceso y aún hoy no estoy seguro de haber tomado siempre las mejores decisiones. Pero empecemos por el principio.

Deplorable estado general del velero en el momento de la compra, Paimpol, enero de 2018.

Tal vez recordéis alguno de los argumentos que utilicé durante el regateo, cuando compré Kif Kif en Paimpol en febrero de 2018. Los interiores presentaban ese aspecto malsano que todavía puede apreciarse en la galería de imágenes, aquí a la izquierda. El cableado eléctrico estaba picado de hongos, los tabiques deslaminándose, la humedad hacía irrespirable el ambiente y la suciedad, disimulada, surgía a pesar de todo por doquier. Era evidente que no se podía navegar con seguridad en esas condiciones de insalubridad y abandono generalizado. Así pues, el primer trabajo que se realizó a bordo fue el de desmontar todos los mamparos e interiores, limpiar en profundidad el casco por dentro, reparar los deslaminados, para terminar ese trabajo previo con una pintura fungicida y barniz en las maderas. Todo esto se llevó a cabo en un astillero de Paimpol mientras nosotros, Muriel y yo, volvíamos a Mallorca a nuestro trabajo.

Aprovechando el hecho de tener el barco completamente desarmado, y tras haber sacado el motor para una revisión a fondo y su posterior pintado, con cambio de silent blocks incluido, di instrucciones al astillero paimpolés para que me instalaran un termo calentador de agua de treinta litros acoplado al circuito de refrigeración del motor y que tendieran una red de agua dulce que incluyera una ducha, comodidad de la que carecía el velero en ese momento. También ordené cambiar la cocinilla de alcohol por una cocina de gas con horno e hice instalar una nevera y un molinete eléctrico para la maniobra del ancla. En lo que respecta al confort en navegación, entre otras cosas, di instrucciones para que se pusiera un ecosonda y luego, cuando fuimos a buscar el barco para traerlo a Mallorca, llevé conmigo una radiobaliza, además de una VHF portátil y varios chalecos salvavidas automáticos de 275 Newtons de flotabilidad que sustituyeron ventajosamente a los podridos chalecos de espuma que había a bordo.

Aspecto general de los interiores poco antes de zarpar de Paimpol en julio de 2018.

Tras todas esas mejoras –básicas–, ya podíamos considerar que Kif Kif estaba listo para acogernos a bordo y brindarnos una singladura más o menos confortable y segura hasta Mallorca. Pero, como veremos a continuación, esos trabajos solo constituían el inicio de la profunda reforma a venir…

Diseñando el proyecto…

Calculando espacios para el panel de control…

La proyección de mi amigo Benjy para el panel de control a realizar.

Organizando y distribuyendo elementos, aunque después habrían algunos cambios significativos debidos al prohibitivo coste de la electrónica.

A mediados de octubre de 2018 ya tenía más o menos claro lo que pensaba necesitar para que el velero cumpliera con mis expectativas. Así, ayudado por un amigo –Benjy– experto en instalaciones eléctricas y en electrónica, empecé a dibujar los planos de lo que sería el panel de control de Kif Kif.

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